martes, 10 de marzo de 2015

REFLEXIÓN DE UN HERMANO



Esta vez no seré yo quien haga una nueva reflexión, sino nuestro hermano José Luís Linares, quien nuevamente vuelve a colaborar con el blog. Vaya por delante mi agradecimiento, y a ver si esto anima a más gente a participar. Como podéis ver, aquí tiene cabida todo aquel que quiera sumar a la Hermandad. Sin más, os dejo con su reflexión:

"Se me hace un poco difícil el ponerme delante de un espacio en blanco para opinar sobre algo en lo que, a mi juicio, no soy muy diestro; sobre todo cuando escucho hablar de “lo cofrade” y, aún siéndolo, no me identifico del todo con ello. Se utiliza el término “cofrade”, a la luz de las gafas con las que miro, como se usa el término “belenista”, “ciclista”, “ajedrecista”, es decir, como si de un aficionado a un hobby estuviésemos hablando; y duele. A mí me duele. 

Las hermandades, lejos de su esencia, de su carácter y de sus fines últimos, se han convertido (insisto, siempre desde cristal que yo uso, el cual, probablemente, esté empañado) en meros clubes sociales, espacios de desarrollo de una afición con ínfulas de profesionalización; e incluso, en espacios donde desarrollar el propio ego personal de sus miembros. 


Llegar a una hermandad y encontrarse con hermanos que no se esfuerzan en integrarte, teniendo en cuenta que llegas de nuevas a un sitio en el que no conoces a nadie, sin esforzarse lo más mínimo por ponerse en lugar de uno y pensar: “estará cortaillo”. Esto además de ser una falta de educación, falta enormemente a la CARIDAD que el Evangelio, y no el Evangelio, sino el MISMO CRISTO, manda.
Llegar a un cabildo y ver el tono de conversación agresivo y chulesco con que los hermanos se hablan es una situación de pena y desagrado indescriptible. Escuchar como ciertas acciones o actos de la hermandad son criticados aludiendo al “privilegio” que ellos constituyen, es poco menos que penoso; sobre todo teniendo en cuenta, que el mayor privilegio que un hermano puede tener es ser hijo de quien se es, de Dios; ser hermano de quien se es, de Cristo y profesar la fe que se profesa, la del Hijo de Dios vivo que murió por nosotros clavado en un madero como un vulgar ladrón, violador o asesino en un acto extremo de amor, sin merecérselo, ni comérselo, ni bebérselo, soportando antes de tal humillación otras quizás mayores como un juicio injusto, nocturno y alevoso, además de un maltrato físico y psicológico nunca visto. 

Ver como la fe de ciertos hermanos quizás se queda en ponerse un costal, llevar una vela o ver un chicotá, es desalentador.

Sin embargo, después de todo esto, y de algunas cosillas más, aún nos seguimos preguntando y preocupando por el hecho de que en nuestra hermandad no aumentan las filas. Y esto nos entristece y nos desconcierta. ¡¡¡SIMPLES!!! ¡¡¡SOMOS SIMPLES!!! .

Nuestra hermandad no tiene hermanos en nómina, ni en cultos, ni en montajes y desmontajes, ni en filas, porque nuestra hermandad ha perdido su sentido y su esencia; se nos ha olvidado, nos parece arcaico, la percibimos como un lugar distinto a lo que verdaderamente es, y su sentido nos incomoda o no lo entendemos porque no nos lo han explicado, o porque no lo queremos aceptar por soberbia.

El sentido de una hermandad de penitencia no es otro que hacer penitencia, y eso no gusta en una sociedad del placer y el progreso. No gusta pasar unas horas incomodo con un capirote y con la cara tapada, porque ese anonimato hace que nuestra capacidad de sacrificio no sea reconocida públicamente. No se entiende que haya que mortificarse, es decir, morir a uno mismo, para unir al sufrimiento del que está representado clavado en la cruz nuestro propio sufrimiento... aunque este sufrimiento no es sufrimiento, sino incomodidad. Por lo tanto, el problema es nuestro orgullo, nuestra vanidad, nuestra templanza, nuestra tibieza hacia Dios, nuestra ignorancia, nuestro egoísmo… nuestra falta de amor a Dios, nuestra falta de fe, la cual transmitimos a nuestros hijos con la excusa de que ese negarse a uno mismo a favor de Dios, aunque solo sean unas horas al año, es cosa de gente antigua, de gente fundamentalista, de meapilas, beatos y capillicas… todo esto que hacemos en Semana Santa va en contra del progreso.

Pero ¿Del progreso hacia donde? ¿Es progreso dejar de profesar una fe con dos mil años de historia? ¿Es progreso abandonar tradiciones? ¿Es progreso negarse uno mismo en aras de un progreso que desconocemos hacia donde nos progresa? ¿Es progreso abandonar a Dios, dejarlo a su suerte y pensar que estamos mejor sin él? Si el mundo parase, escuchase el mensaje de Cristo, los mensajes de los profetas y viese las obras de Dios, os puedo asegurar que esto sería radicalmente distinto.

Hasta que no entendamos que somos cristianos, católicos, apostólicos y romanos, y asumamos lo que todo ello supone; mientras nos quedemos en los bordados de un palio o de un manto, en la belleza o no de una talla o de unos enseres fácilmente todo ello destruible; mientras no entendamos y hagamos entender que una estación de penitencia es hacer eso… penitencia!!!!!!!... lamentablemente seguiremos con el mismo panorama que ahora. 

Hay que dejar de hacer cosas “cofrades”, y empezar a hacer cosas cristianas, solo así se dejará de ver a las hermandades como algo pasado de moda, como cuatro capillicas meapilas que se tiran fundamentalmente cuarenta días al año escuchando música de bandas de tambores y cornetas o de agrupaciones musicales, como cuatro frikis que durante 48 días se pasean por Granada con una medalla al cuello para hacerse de notar y pensando que esa medalla es un pasaporte a la primera fila de una calle o plaza para ver pasar a tal o cual hermandad. 

Dejemos de ser simples en nuestra fe, retomemos el sentido de nuestros orígenes, seamos hijos de Dios tal y como estamos bautizados, dejemos de sentirnos avergonzados de tener fe y creer en Dios y en la Iglesia, dejemos de avergonzarnos de ser católicos, dejemos de ser tibios para con Dios y sus cosas, dejemos de permanecer en el simple bordados, marcha o exorno floral, dejemos de dejar a un lado a Dios por vergüenza a no ser modernos y progresistas, y os aseguro que la situación de nuestra hermandad que todos queremos cambiar, cambiará ¿Por qué? Porque habrá cambiado lo esencial en ella, sus hermanos, los cuales habrán comprendido el fin último de ella."

1 comentario:

  1. Me parece muy interesante la reflexión. Yo sigo sin saber por qué en nuestra ciudad hay tan pocos nazarenos, y esto puede ser una de las claves. Ánimo y enhorabuena por el blog, que grato favor le haces a tu cofradía.

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