Un nuevo año
ha pasado, con sus 365 días y sus correspondientes noches. Estamos inmersos de
lleno en la Cuaresma, el mundo cofrade se acelera puesto hay que prepararlo todo para
poder realizar la Estación de Penitencia:
La priostía y
albacería se esfuerzan en tener limpios y brillantes todos los enseres, encargar
la flor para engalanar nuestros pasos y realzar su belleza, ultimar cualquier
tipo de preparativo que pudiera hacer falta para poner la Hermandad en la calle
con total garantía; los costaleros realizan sus ensayos para poder portar a
nuestros Sagrados Titulares; las bandas afinan sus instrumentos para poder
interpretar con calidad las marchas que acompasarán el andar de los pasos; los
artesanos redoblan esfuerzos para tener listos los encargos realizados por la
Hermandad; las Autoridades y Cuerpos de Seguridad se ponen de acuerdo para dar
los últimos retoques al plan estratégico a seguir en la ciudad durante esta Semana Mayor…
Y así, un
largo etcétera de actividades que se suceden sin que apenas nos demos cuenta,
pero… ¿Qué le falta a todo esto para que tenga sentido y utilidad? Pues le faltas TÚ, porque si no
acompañas a tu Hermandad no habrá cortejo que poner en la calle, y por tanto,
todo lo anterior habrá sido un esfuerzo en vano.
Un enser puede ser una obra de arte,
pero si no hay nazareno que lo porte, únicamente podrá ser admirado en una
exposición.
Nuestro Cristo puede Expirar una y otra
vez por nuestras calles, pero si no hay nazarenos con cirios iluminando Su
camino, Su agonía no tendrá fin.
Nuestro Cristo puede cargar con todos
nuestros pecados, pero si no hay penitentes que cojan su cruz y le sigan, Su
sacrificio no servirá.
Nuestra Madre puede derramar lágrimas en
Su Mayor Dolor, pero si no hay hermanas camareras que le ofrezcan su pañuelo
para enjugarlas, seguirá humedeciendo Sus mejillas.
¿No te das cuenta? Sin ti, la Hermandad no es nada. Necesita del Hermano que
vista su túnica nazarena (bien con cirio o cruz), de la hermana que acuda
ataviada de negra mantilla española. Necesita de esos niños que esperan el
Viernes Santo ansiosamente, y que apenas pueden dormir deseosos de vestirse de
monaguillos. Estoy seguro que para ellos es casi como una “segunda noche de
reyes”, aunque esta vez el regalo sea lucir orgullosos su medalla y acompañar a
sus Titulares.
La Hermandad la formamos todos, no sólo
una Junta de Gobierno, ni unos costaleros, ni las bandas que ponen su trabajo a
nuestro beneficio, no… todos somos necesarios, todos formamos un engranaje
perfecto en donde si una pieza falla, el resto no funciona. Y la pieza más fina
y delicada de todo esto es el Hermano anónimo, el que acude a sacar su papeleta
de sitio ilusionado un año más, el que plancha su hábito, lo cuelga y lo mima
hasta que llega el momento de vestirlo.
El que se cubre su rostro con el capillo
y sale de su casa con el corazón acelerado, tratando de llegar por el camino
más corto a la Iglesia, descubrirse ante sus Titulares, rezarles y decirles: “Todo el año estáis junto a mí y no me
falláis, hoy seré yo el que esté con Vosotros”
El que camine junto a sus hermanos
formando grandes filas de color blanco y negro escolapio, iluminando el camino
de la Verdad, mostrando el camino de la Fe… ese hermano que en silencio reza y
pide por los suyos.
El que sujete con fuerza una cruz de
madera y cargue con ella sin pesar, siguiendo los pasos del Cristo Expirante de
Granada.
De esa hermana que desde la humildad, se
siente camarera de la Virgen, y no la deja sola en el Mayor Dolor que siente al
perder a Su Hijo; que la acompaña y reza con ella.
Ay… qué sería de nuestra Hermandad si
TI. Por eso no lo pienses más, no lo dudes, y este año acompaña a Tu Hermandad,
siéntela, vívela, hazla tuya… y te prometo que será una experiencia única, que
año tras año querrás volver a vivir, pero que nunca será igual. Esa es la
fuerza de la Fe, la verdad de uno mismo, la devoción que le profesas al Cristo
de la Expiración y a María Santísima del Mayor Dolor. Suena a tópico pero…
QUE NO TE
LO CUENTEN, VÍVELO TU MISMO, ACOMPAÑA A TU HERMANDAD
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